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Mi papá es artesano huaracino

Actualizado: 25 abr 2022

Mi nombre es Carolina Cano, soy diseñadora gráfica y artesana, me dedico a promover arte y artesanía desde MussArte, una galería de arte que inicié con mi pareja aquí en Lima, pero mi historia comienza desde mis padres, desde mis abuelos.


Mi papá es artesano huaracino, conocedor de los procesos de hilado ya que se desenvolvió como tintorero en una empresa de textiles. Fue allí cuando distinguió la elaboración de chompas como una opción de crecimiento, él veía que también podía trabajar por su cuenta para ganar algo más.


Inició su emprendimiento viajando a Huaraz en búsqueda de aliados, de allí regresó con varios artesanos huaracinos, quechua-hablantes, que sabían bastante sobre textilería. Él los acogió en su casa y trabajaba con ellos mientras seguía desempeñándose como tintorero en la otra empresa. Poco a poco venían más primos, hermanos, huaracinos, para poder trabajar, hasta que ya eran cerca de diez artesanos que vivían y trabajaban en su casa, comían juntos, paseaban, viajaban, fueron a Lunahuaná, hicieron canotaje, fue una época muy bonita. He vivido muy de cerca la artesanía textil, desde muy pequeña.


El buen desenvolvimiento de mi papá en su trabajo y la confianza que tenía con el dueño le significaron ciertos beneficios que lo ayudaron bastante, como el hilo que recibía a consignación para elaborar sus textiles o el que lo enviaran a una sede miraflorina a vender hilos, de esa manera estaba más cerca de las galerías de artesanías a las que podía proveer chompas.


Mi niñez se basó en jugar con casas hechas de cajas y conos de las madejas de hilos, además de los viajes a Santa Eulalia. Siempre iba con mi papá llevando las mantas, allá estaban las artesanas que hacían acabados a crochet, entonces les dejábamos los materiales y regresábamos.


Luego, compró una tienda en una galería y más adelante ya podía adquirir maquinaria grande para hacer las mantas. Mi abuelo también se dedicaba a lo textil, así que siempre estaba ahí apoyándolo, mirando las maquinarias o con algún préstamo del banco. Mi tío, el hermano mayor de mi papá, se dedicaba a la atención y cuidado de la maquinaria, ver los hilos, las agujas, si hubiese algo por corregir o que ande mal. Él es su mano derecha.


Fui creciendo y mi papá siempre ha tenido en mente que yo lo siga en este camino. Él no quiere que todo esto simplemente se venda el día que él cierre sus ojos, quiere que siga con todo lo que él hizo desde muy joven. Así es como yo me fui inculcando más en estas artes, viendo las maquinarias que él iba a comprar, a conseguir el tipo de aguja, los tornos, los peñones, toda esa base de remodelar una maquinaria o comprar otra, siempre lo acompañaba.


Terminé el colegio, estudié diseño gráfico y luego viajé a Chile por siete meses. Retorné y luego de un año sabático retomé el trabajo con mi papá. Él ya había comprado más maquinarias, ya había avanzado. Así que ingresé al área de matizado en donde me encargaba de ver los colores que hacían falta para el tipo de base que se estaba haciendo en ese momento.


Por ejemplo, habían comprado toneladas de bases blancas y yo tenía que combinar qué cae con el blanco, al mismo tiempo combinando con las tarjetas de diseño de las mantas, tenemos siete diseños diferentes. Los estudios que tengo me ayudaron a desenvolverme en esa área y a mi papá le gustaba que yo me dedicara a eso.


-"Ya Carolina, tenemos que hacer un pedido, ¿qué colores te faltan?"-me decía y yo revisaba los códigos para dárselos.


También veía el acabado, la vaporización, el doblado y traer para la venta. Trabajé bastante tiempo con mi papá. Él me enseñó a poner los flecos a las mantas y a vaporizar. La etapa del vaporizado es antes del doblado para hacer la entrega. El vaporizador es como una plancha caliente que bota vapor y hace que los pelitos de la alpaca bajen y no pique, como darle un acabado fino. Yo era la reina del vaporizado (entre risas), porque lo normal era vaporizar setenta mantas por día, yo vaporizaba hasta cien mantas por día. Ya había desarrollado mi técnica y lo hacía más ágil. Teníamos una tienda cerca de aquí, por eso conozco a varias personas en estas galerías, yo les distribuía las mantas, venía con mi costal -"¿Cuántos quieres?”-les preguntaba.


Hasta este punto ya tenía ocho años trabajando seguido con mi papá y tuve que darme una pausa de un año por el nacimiento de mi niño. Al retornar, mi jornada de trabajo comenzaba yendo muy temprano a la fábrica, dejaba los conos listos con lo que mi tío tenía que ingresar a matizar, me iba a hacer el acabado a otra área, luego mi papá me decía -"Ya, tienes que ir a entregar lo que hemos hecho"-yo venía a Miraflores, entregaba, acompañaba a mi abuelo en la tienda y luego regresábamos juntos a Villa María del Triunfo (VMT), al taller de mi papá.


Cuando mi abuelo falleció (hace tres años), yo asumí su posición. Así que iba más temprano al taller para dejar las combinaciones listas y capacitar a alguien en el proceso del planchado, ya no lo podía hacer yo porque tenía que venir aquí a atender. En VMT hay bastante gente que se dedica a la costura, siempre hay personal. Ellos vienen, se llevan un gran monto de mantas a su casa, le ponen los flecos y la regresan ya terminada, luego otra persona se dedica al planchado. Mi papá me traía la mercadería y yo me encargaba de repartir.


Llegó el día en el que me di cuenta de que me emocionaba siempre que pasaba por tiendas y galerías de arte, siempre me han gustado la pintura y los colores. En una de estas visitas vi un cuadro que me encantó, era un árbol de la familia.


-"Hay un morenito que estaba pintando"-me respondió el dueño refiriéndose a Francis, yo le había preguntado por el autor de ese cuadro.


Al día siguiente, abrí la tienda y el morenito se acercó mientras organizaba mis mantas.


-"El señor me comentó que te gustó mi cuadro"-me dijo.

-"Sí, está muy lindo"-le respondí.


Conversábamos de arte, le conté lo que yo hacía, le mostré algunas fotos y cuadros que yo había realizado (acuarelas, tizas, acrílicos) y a él le gustaron. Teníamos seis meses conociéndonos cuando comenzamos a pintar juntos.


-"¿Por qué no abrimos un puesto de arte juntos?"-me propuso Francis.


Al lado de la tienda de mi papá había un local disponible, ese fue nuestro punto de partida con unos siete u ocho cuadros (unos de él, otros míos), él pintaba ahí al costado mientras yo aún me dedicaba a administrar el negocio de mi papá. Hoy, ya tenemos cuatro años y medio con MussArte.


Tenemos pinturas de varios artistas, amigos nuestros que Francis me presentó. La mayoría tienen entre cincuenta y sesenta años, los más jóvenes tienen alrededor de los treinta años. Hemos viajado a Cajamarca para concursar, también hemos ido a Puno. Hemos estado más de tres veces por Cuzco a donde también llevamos cuadros para vender.


Me sumergí más en este mundo del arte, aprendí a hacer bastidores, lienzos, a darles base, las medidas tradicionales que se encuentran por aquí, las pinturas para las casas, estoy aprendiendo bastante.


Con respecto a Francis, él sabe hacer de todo, puede hacer paisajes, retratos, abstractos, florales. A veces le dicen -“¿Puedes hacerme esta imagen?”-yo le digo-“No Francis, pucha creo que no vas a poder”-y cuando me doy cuenta ya lo ha terminado. Sucede algo, él siempre dice que puede todo. En mi caso, me gustan más los abstractos y algunas otras cosas, pero para hacer retratos tendría que practicar y practicar y practicar. Hacer retratos significa el detalle mínimo, es complicado con el dibujo, la proporción, la cara, no todos tenemos la cara chiquita y los ojos grandes como los animes, no, la nariz es distinta y tiene que ser igual, tal cual esos gestos, esas expresiones del rostro.


Sobre cómo funciona este mercado, hay de todo. Hay clientes que piden pinturas tradicionales, otros que piden pinturas de otros países, retratos de sus seres queridos, familiares que ya no están o, incluso, de sus mascotas. Hay muchas emociones bonitas alrededor de estas artes, el momento de entregar un cuadro puede ser muy emotivo.


Cuando hacen el pedido de un retrato, nos dan las fotos y los detalles que el cliente desee, acordamos la fecha de entrega, lo llevamos para mostrarlo al cliente y éste reacciona al cuadro, a veces lloran porque recuerdan a ese familiar o a la mamá que ya no está, algún paisaje que tal vez tenía algo en especial, lo ven y reaccionan-“¡Wao, qué hermoso!”-se emocionan hasta las lágrimas y eso nos reconforta, es algo muy bonito poder llegar a los corazones de nuestros clientes.


También hemos pasado emociones que nos llevan a comprender a las personas. Nos habían pedido hacer un retrato de un joven que tenía dieciocho años. Cuando fuimos a hacer la entrega nos decían que no era él, que no se parecía a él, siempre le buscaban algo, que le faltaba algo.


-"Hay algo raro, ¿por qué su familia siente que no es él?"-me decía Francis.


Entonces consultamos y nos enteramos de que el muchacho había fallecido una semana antes de que nos pidieran hacer el retrato. La familia sentía mucha impotencia, lloraban cada vez que veían la foto. Aquel muchacho había fallecido cuando estaba durmiendo, al día siguiente no despertó, no se supo de qué, pero falleció dormido y muy joven. Nos armamos de paciencia para continuar con el cuadro hasta que la familia se sintiese a gusto, por empatía, por tratarse de un fallecimiento tan reciente y en un contexto muy doloroso.



En otra ocasión nos pidieron retratar cinco mascotas, eran fotos separadas, unas ya habían fallecido, otras seguían vivas. Fue muy gratificante cuando el cliente recibió el cuadro con mucha emoción al ver a todas sus mascotas juntas.


En otro caso puede ser que el rostro de un familiar se vea bien en una foto pero con otra vestimenta…


-"Mira, esta blusa le gustaba más a mi abuelita, quiero que le pongas esta blusa"-entonces nos envía la foto de la blusa y nosotros lo pintamos como si la estuviera vistiendo en la foto.


Siempre nos ponemos en la posición de las personas que nos hacen el pedido, hay algunos que nos dicen…


-“Yo quiero un cuadro de caballos, como si yo fuera un caballo salvaje saliendo del mar”-entonces nosotros tratamos de buscarle imágenes similares a eso que nos describe.


Nos desenvolvemos en nuestro trabajo con cariño, con mucho amor a lo que hacemos. Nos gusta y también nos cansa. Siempre agradecemos a Dios las cosas que nos suceden, buenas o malas, siempre es por algo. Es una expresión, un sentimiento, no sabría cómo decirlo, creo que si me pongo a pintar ahorita sacaría algo bueno. A veces cuando una tiene emociones así como un volcán y se pone a pintar, sale un buen cuadro.


También tenemos en venta los tejidos de mi tía abuela, es un familiar lejano, la prima de cariño de mi abuela. Así, "sobrinas" y "primas" de cariño, porque vienen del mismo pueblo, de Andahuaylas. Ella conoció a mi mamá desde muy jovencita y me vio cuando estaba en la barriga. Toda su familia siempre se ha dedicado al tejido de paja de junco de la mano de la abuela y del abuelo, la mayoría de sus hijos se dedican al tejido además de desenvolverse en sus respectivas profesiones, ya sea como policía, terapista de lenguaje, entre otros. Son unos capos, tienen toda su vida trabajando en la artesanía de paja de junco, desde muy pequeños.


-“Te voy a dejar mi mercadería"-me dijo mi tío cuando se fue de viaje a la mina. Yo acepté sin pensarlo, siempre me han encantado los trabajos que hacen porque son como artesanía pura, sus tejidos, sus colores, yo no sé tejer. Saben también mucho sobre los cuidados que requiere el material. Por ejemplo, que no se limpia con agua, es mejor rociar vinagre, escobillar y colocarle cera para que no penetre la humedad.


Sí, tenemos muchas historias para contar.

Carolina Cano

MussArte






 
 
 

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